Este es el testimonio de RGT, que participó en la actividad.
Una mañana en Basida.
El pasado martes una pequeña
representación del grupo de jóvenes, fuimos a visitar Basida (Buscadores
ansiosos de signos de amor), un centro para enfermos de VIH-sida, drogadictos y
marginados... Quizá íbamos con miedo, asustados por lo que nos íbamos a
encontrar, pero fue muy diferente y mejor.
Al llegar allí, las primeras
palabras que escuchamos al bajar del coche fueron: “Hola, familia”. Nos
llamaban familia sin conocernos. Estas palabras me recuerdan a la Santa
Iglesia, porque todos somos una gran familia y si ellos también son nuestra
familia, ¿por qué los discriminamos?, ¿por qué no podemos aceptar a cada
persona como es?
Allí nadie se siente inútil, todo el mundo tiene algo que hacer. Cuando nos pusimos a ayudar, he de decir que no podíamos reconocer quién era el enfermo y quién el voluntario que iba a colaborar, porque allí nadie recibe un sueldo por ayudar, todo el mundo es voluntario.
A cada uno de nuestro grupo nos encomendaron una tarea para ayudar: limpiar, planchar y tender ropa, dar de comer a los “peques”; cuando la terminamos llegó la hora de comer. Comimos todos juntos y cada uno de nosotros hablaba con alguno de ellos. Tengo que decir que yo me lo pasé genial.
Ahora os voy a hablar de “los peques”: son enfermos terminales o dependientes, hombre y mujeres con la mentalidad de niños de 5 o 6 años. Cuando entramos a verlos al gimnasio no sabíamos cómo reaccionar, pero ellos fueron los primeros en hablar con nosotros. Estas personas me recordaron una frase “si no os hacéis como niños, no entrareis en el reino de los cielos”.
Por la tarde visitamos el
convento de la Aldehuela y vimos el museo dedicado a Santa Maravillas de Jesús
(carmelita descalza) y después fuimos al Cerro de los Ángeles.
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